OPINIONES

Un nuevo clavo al ataúd

El pasado jueves llegó a las redacciones una noticia pasmosa: la principal empresa del mayor parque industrial de zona franca en Haití cerró sus operaciones.

Como consecuencia, 3,500 trabajadores de la coreana S&H Global, fueron despedidos, sumando otro nivel a la incertidumbre que cubre Haití.

¿Por qué cerró esta textilera tan importante? Porque la inseguridad le impidió enviar los pedidos de mercancías y comenzaron a llover cancelaciones de contratos.

Como las pandillas armadas dominan las calles de Haití, los ejecutivos de esta empresa no han tenido más opción que llevar sus operaciones a otros países más confiables en Centroamérica.

Perder esa inversión y esa fuente de empleo constituye un nuevo clavo en el ataúd de pobreza y hambre en que está sumido Haití.

Al tratarse de empleo formal, el que se pierde es un personal que tiene preparación y sin duda buscará salir de ese país para obtener el trabajo que le sustente.

Si la violencia incontrolable y la ausencia de un mínimo clima para trabajar se siguen agravando en Haití, el éxodo masivo seguirá llegando a República Dominicana.

¿Qué puede hacer el gobierno dominicano frente a esa amenaza real?

Por lo pronto, tres cosas: proteger la frontera, parar el otorgamiento de visas que no sean urgencias humanitarias y seguir presionando para promover el diálogo político en Haití.

Con una frontera convertida en lucrativo negocio que permite –por dinero– el paso a haitianos indocumentados, el clamor en foros internacionales no sirve de nada.

Por igual, si Migración repatria y los ilegales están de vuelta horas después porque disponen de 11,500 pesos, el país está en un ejercicio inútil y expuesto a las denuncias de violación de derechos.

El dolor de los haitianos solo se calmará cuando se promueva un verdadero diálogo político interno y se impulse un calendario electoral del que surja un nuevo liderazgo.

Mientras exista ese vacío de un poder legítimo sin un liderazgo surgido de la voluntad popular, las bandas no podrán ser desarmadas y sus criminales enjuiciados.

Y sin cumplir esos objetivos, Haití no tendrá paz y la amenaza de su extensión hacia nuestro país, un desafío perenne.

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